Tiene que ser algo comparable a las despedidas de película
que tenemos, algo así como mis rodillas en tu cadera, similar a tus
dientes atrayendo tiernamente mi labio inferior, equiparable a las milésimas de
segundo que tardas en girarme del brazo para apretarme contra tu caja torácica
y besarme sin posibilidad de escape.
Salvajemente enajenados.
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