miércoles, 24 de junio de 2015

Aparecer en silencio es como irse sin haberse despedido.

Y llegas tú —no la primavera—
con ganas de hacerme saltar charcos,
de bailar bajo el sol,
de hacer la vida un martes,
dándome las ganas de quedarme
donde tú plantes las flores.

Y pisoteas las ruinas
de una ciudad que te echaba de menos
porque la última vez que te vio
gritabas mientras arrancabas sus girasoles.

Ahora te tiene.

Aparecer en silencio
es como irse sin haberse
despedido.
No eres así.

Ahora que estás, te toca quedarte.
La ciudad es tuya, siempre lo fue.

Traes la locura en los ojos,
la esperanza en la piel,
y las únicas pisadas tan firmes
que pueden hacer cambiar
el invierno que nos dejaste.




miércoles, 17 de junio de 2015

─tengo el placer de ser la excepción─

Se ha vestido de niño y lleva el pelo despeinado sin saber hacerlo.
Sonríe a los desconocidos y evita a los que conoce.
No echa de menos porque disecciona nostalgias
─tengo el placer de ser la excepción─ 
y llora cuando se sorprende al buscarse perdido
y encontrarse feliz.

No tiene miedo a nada excepto a lo que no es él mismo
y dice odiar esos impulsos tan suyos que ama.
Se desespera tanto que acaba esperando lo que sabe que está por llegar,
pero no quiere oír hablar del porvenir
─si no es conmigo─.

Se descojona porque el sol le sigue haciendo guiñar los ojos
y abrirme las piernas
con la de noches que calza encima.
Fuma más de lo que debe,
y debería beber más para lo mucho que recuerda.
Llama "casa" a sus zapatos y vuela por las aceras.

El otro día lo vi lleno de gente,
pero andaba solo.
Le pregunté su nombre y me deletreó unas letras desordenadas.
Quise invitarle a un baile, y cuando parecía que iba a darme la mano,
desapareció.
Al darse la vuelta, observé que llevaba un noviembre tatuado en la espalda
y en el vuelo de la risa una  historia de número impar.
Sólo pude pensar que no cree en la mala suerte.
Quise preguntarle, pero entonces comprendí.

¿Quién cree en la suerte cuando cree en sí mismo?