Adentrarme en tu vida.

Rellena mis horas de silencio con palabras,
rellena mi almohada de sueños contigo.
Permíteme adentrarme en tu vida
y acariciar tu perfume de excesos.
Déjame cambiar las agujas de tu reloj
por mi número de latidos,
convertir el suelo de tu casa
en el fruto prohibido.

Y puta.

Amargo el aroma a melancolía que embriaga por completo esta fría, y puta, noche.  Me arropo con la cálida manta de tus recuerdos, y tengo frío. Me tumbo sobre la perpetua huella de tu cuerpo. Convulsionando por el síndrome de abstinencia que me dejaron tus besos. Tus besos, catalogados como el más puro de los pecados. Mis manos lloran al recordar a su fiel compañera que esta fría, y puta, noche no está. Mi piel se marchita ante la carencia de tu cuerpo.

En mi pelo la primavera ha dejado paso al más triste otoño. Nunca antes se habían derramado tantas hojas en una jodida estación.

En mis ojos navega tu risa y mi corazón se declara en huelga si tú no estás. Vuelve, antes de que se jubile el sol, y la luna seque con su oscuridad la tinta de mis labios.

Ahora.

Ahora la luna se duerme sin ni si quiera despedirse. Su luz se va y soy yo quien ilumina mi mundo. Sus pisadas se borran tras mi sombra. Ahora aunque el sol se jubile y la inmensidad devore ciudades fantasma. Aunque tu cama sólo sea un dormitorio inundado por los recuerdos y mis ganas la almohada sobre la que te dejas caer para hacer volar a las mariposas color pesadilla, volveré con la lluvia a borrar la soledad, que tanta inundación hace mella, chico.

Ahora el silencio se rompe a mitad de tu llanto.

Ahora con la soga al cuello el amanecer derrama su llanto.

Ahora se pintan con besos los espacios en blanco.