miércoles, 27 de mayo de 2015

Carta de despedida por si te vas.

Ojalá nunca tuviera que echarte de menos.
Que si te vas me quedaré ebria de apatía.
Masturbando a la pena con tus fotografías 
para ver si así se ríe.

Joder.

Si te vas 
pasaré los días pensando qué estarás haciendo ahora.
A quién le darás los buenos días
y a cuántas tus mejores noches. 
No estarás, 
pero no te habrás ido 
y acabarás haciéndolo. 
Con quien sea. 
Con cualquiera idiota que valdrá la alegría más que yo la pena. 
Alguna ilusa que se creerá en la cima cada vez que te acaricie el pecho; 
que querrá dormir en tu ombligo como si su frente, acaso, 
encajase con tu cuerpo desnudo; 
que se bañará en tus piernas y se mojará en los lunares que nunca te conté 
y no por falta de tiempo, 
sino porque jamás pensé que éste nos faltaría.

Joder.

Qué estaré haciendo entonces. 
De quién aceptaré los buenos días 
y quién pasará de mí en mis peores noches.

Tres veces “joder” cuenta como “te quiero”.
No me hagas mucho caso; 
sé perfectamente lo que escribo.


Joder.




Ojalá pasara un coche amarillo justo ahora.








sábado, 9 de mayo de 2015

Hay algo mejor que llegar a los 80: poder disfrutarlo.


A merced del tiempo ha rebosado idóneamente hoy la nostalgia.
Ha mecido la vida y las cosas
que nos dignifican
y remueven la memoria.
Me ha mirado como la que aprovecha los minutos perdidos,
acomodando expectativas,
queriendo saber lo que no sabe.

Ha callado sin permiso,
alcanzando el llanto seco y amargo
de chocolate y dulces prohibidos,
que amenazan la salud riéndose
de la edad del tiempo,
de las inevitables arrugas del viento.

Hoy han encogido con la luz del cielo las nubes de su pelo.
Las canas se bañaban en juventud al verse tan llenas de gente.

Brindo por la vida de la sabiduría ya vivida,
los ojos sanos que lo vieron
y el árbol que dejó a su paso.

 Felices 80.