domingo, 18 de octubre de 2015

Mi dama de bares.



Se movía entre las sábanas como el tabaco entre el papel fino,
como el verso en el folio en blanco.
Se encendía sin llegar nunca a ser ceniza
Nunca se consumía siendo incendio.

Tiene estrellas fugaces en las pupilas cada vez que le cantas una de Sabina.
Tiene serpientes en las caderas cuando se pone a bailar en mitad de la calle.
Y que calle quien diga que es mentira,
que felicidad es verla feliz.

Mi dama de bares.
Lleva unas piernas de verso y un beso de labios,
que convierte a los sabios en niños aprendiendo.

Convierte en magia todo lo que toca
Y esa bandera de loca manifestándose frente al parlamento de la locura.



Lo peor era que pensabas que no eras una chica huracán
capaz de echar tus esquemas abajo
con tan sólo poner sus piernas arriba.

Una chica droga capaz de hacerte adicto
a cada una de sus manías.

Una chica medicina capaz de curarte las heridas.
Me llorabas que sólo podías ofrecerle tu saliva.

Te dije que regía las reglas de sístole y diástole,
en el corazón, y en las palabras.
Que licencia poética es todo lo que sale por su boca.


Que linda es la gente que tiene luz propia y no se cree estrella.




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